Era impresionante y llano.
Sentado frente al atardecer de Junquillos, púrpura, rosado, naranjo y lleno de siluetas de cerros en la profundidad de la vista; sentado sobre la madera hecha para encasillar al ganado, sentía que era el momento perfecto para morir.
Sentía que podía hacerlo en ese mismísimo instante. Que podría ser el lugar y el momento perfecto antes de terminar de ser viejo para este mundo.
Pero pronto me dije que no podía ser perfecto si no estabas tú.
Y frente a mí, al otro lado de la cerca, apareciste quieta y hermosa, con tus pantalones de pescador y tu polerita blanca tipo blusa, con tu pelito trigoso hecho para brillar bajo la última luz del día, esperando a que quizás yo empezase la conversación.
Y deseé preguntarte si ya te habías decidido, pero mis labios te preguntaron cómo te había ido, cómo estabas...
Me contestaste y viví una colisión de tripas y de corazón dentro de mis carnes.
Te miré mucho...
... escarbando en vano por un brillo dentro de tu opaca mirada.
Y no me movía ni tú.
Yo sentado sobre la madera, tú frenada sobre la maleza...
... como si el tiempo hubiese estado en coma.
Y te seguía amando, resignado a escuchar tu respuesta.
Y tu mirada opaca y tu boca fantasmal pronunciaron esas palabras que me estremecieron como no me imaginaba iba a pasar jamás desde que tengo recuerdos.
(Fade out)
Y el día se ocultó.XXVI-II-MMIX
Leer más...