tú eres un leñador.
Sabes que mi savia no es tuya,
sabes que tampoco es savia mía,
sabes que es de aquella que nos pinta vida.
Y aún así te empeñas en volverme leña,
sin necesitar deber escapar del hambre,
sin necesitar deber escapar del frío.
sin necesitar deber escapar del frío.
Sierra en mano y consciencia pequeña,
vivo inherte ante el chillido de tu enjambre,
muero inherte ante el declive de mis nidos.
Sólo tú crees tener el justo juicio,
mientras yo sólo te miro.
Te miro.
mientras yo sólo te miro.
Te miro.
Campante,
no es necesario que te remuerdas.
Mi sombra no está aquí para silenciarte.
no es necesario que te remuerdas.
Mi sombra no está aquí para silenciarte.
No.
Mis gritos son demasiado profundos
como para provocar remesones en la llanura de tus difusos charcos.
Inmundos.
como para provocar remesones en la llanura de tus difusos charcos.
Inmundos.
No huiré.
No.
No.
Pues tengo la voluntad de ceder
y la piel del que sabe perder,
la calma de quien no puede retroceder
y la convicción del que creció para arder.
y la piel del que sabe perder,
la calma de quien no puede retroceder
y la convicción del que creció para arder.
No huiré...
No haré nada...
No haré nada...
Tú lo harás todo.
Mis semillas dependen de tí, leñador.
Si deseas derríbarme,
hazlo.
Yo tan sólo lloraré en paz.
(Sufriré en mi tranquilidad)
*Fotografía: Primera Soledad (1956) Manuel Álvarez Bravo
*Fotografía: Primera Soledad (1956) Manuel Álvarez Bravo